Muchas maneras de matar (I)

Las cosas, más que avanzar, se mueven, cambian por saltos y zigzags, choques y colapsos (J. L. Godard)

El otro día estaba navegando -palabra que sigue llevándome a lugares inesperados y casi siempre llenos de emociones agradables-, pero a través de este universo que es la “red”, que me atrapa día sí y día no, como si todo el mundo estuviera contenido en mi pantalla de ordenador. Al consultar distintos medios de comunicación digital, donde afortunada y lamentablemente cabe todo, me di cuenta de que en la mayoría la sección de Cultura es ya casi inexistente. Pero ahí está la de Motor, flamante como un Ferrari Testarossa, o la de Gente, en algunos incluso llamado “El Candelabro”, para hacernos ver cuán importante es que a Pe le haya aumentado 3 cm. la barriga. No es que quiera hacer una reivindicación extrema de que el teatro sea lo más importante. No, no lo es en un momento en el que estamos a punto de estallar por los aires, con Corea del Norte y todos los regímenes dictatoriales apuntando no sólo con el dedo, o viviendo en un país, éste nuestro, que se desmorona día a día, mientras los que están arriba siguen viviendo a costa de los que estamos más abajo en la jerarquía social, que no personal –el respeto, la dignidad y la confianza hay que ganárselas, como dice una buena amiga, no se adquieren con un puesto o un estatus-. No, no es eso. Pero me gustaría que, dentro de nuestros medios, la Cultura, que no es sino la riqueza de un país, tuviera su lugar, y en ella, cómo no, el teatro, que nos sigue enseñando tantas cosas de nosotros mismos.

Estos días, ni de vino ni de rosas, pensaba en el teatro de Bertolt Brecht y en algunos de sus pensamientos rotundos, tan llenos de verdad y lucidez. «Hay muchas maneras de matar», afirma en uno de sus poemas, “pueden meterte un cuchillo en el vientre, quitarte el pan, no curarte de una enfermedad, meterte en una mala vivienda, empujarte hasta el suicidio, torturarte hasta la muerte por medio del trabajo, llevarte a la guerra. Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado”. Pocas cosas más cabría decir tras afirmaciones tan determinantes. Hoy en día es realmente fácil asesinar el sentido de las cosas, que curiosamente está en nosotros y nos pertenece por derecho de nacimiento, y matar una idea o un sentimiento… Cuántas han muerto… Las agresiones, que pueden generarse de formas infinitas y variables, forman parte de nuestras vidas en cada momento. Nos convertimos en víctimas y verdugos diariamente. De ello también trata la obra de teatro Terrorismo, de los Hermanos Presnyakov, estrenada en noviembre de 2002 en el Teatro de Arte de Moscú, justo una semana después del secuestro del Teatro Dubrovka por un grupo de chechenos. En España la dirigió en 2006 Carlos Aladro. La pieza nos hacía reflexionar en una lectura argumental sobre los atentados terroristas y el pánico causado en los aeropuertos -ya sabemos que pánicos en aeropuertos también hay a diario y de muchas maneras, véase lo sucedido hace apenas una semana- y más profundamente sobre los actos terroristas que causamos en nuestras vidas. Y, mientras tanto, las bombas se asientan en nuestros corazones como si fueran maletas. “Como las maletas vacías en la pista de aterrizaje. Todo el mundo las estudia, las analiza, pero no explotan aquí ni ahora, explotan más tarde, dentro de cada persona, en sus vidas, en cada una de forma distinta…” (Terrorismo). Hay quienes se enfrentan con la pobreza, la degradación del medio ambiente, pero la mayor lacra es este tipo de terrorismo, que se va incrustando en el interior del ser humano.

Cinco dificultades para escribir la verdad

Para los periodistas berlineses y vieneses de entonces Brecht era un bufón que gozaba de la libertad del bufón, alguien a quien dirigir las preguntas más ridículas con la esperanza de que tuviera a mano una frescura cualquiera. Brecht aceptaba el papel de buen grado, respondía a todo. Lo que le interesaba era dejar ver en todo momento la otra cara de la moneda. En Cinco dificultades para escribir la verdad, que curiosamente son los cinco rasgos que caracterizan a su personaje de Galileo, Brecht se pregunta de qué sirve escribir valientemente que nos hundimos en la barbarie si no se dice claramente por qué. Se burla de quienes con tanta frecuencia se admiran de que algo como el fascismo haya podido surgir todavía en este siglo, como si no fuera resultado de siglos anteriores. Es justo el ensayo que en 1963 se incluye en el Boletín de Derecho Político de la Universidad de Salamanca, que entonces dirigía Enrique Tierno Galván. “Quien quiera combatir la mentira y la ignorancia y escribir la verdad tiene que vencer al menos cinco dificultades. Le hará falta el coraje para escribirla cuando en todas partes la ahogan; la inteligencia para descubrirla cuando en todas partes la ocultan; el arte de hacerla manejable como un arma; el juicio para elegir a aquellos en cuyas manos será eficaz; y la astucia para propagarla entre ellos. Y esas dificultades son grandes no sólo para los que escriben bajo el fascismo, sino también para los que han huido o han sido expulsados e incluso para aquellos que escriben en los países de libertad burguesa”.

Puesto que Brecht sostenía que era necesario escribir para comunicar a los otros una verdad política y moral, para representar la realidad social en la que vivimos y contribuir a corregirla, el contenido de las obras de Brecht es por eso una denuncia, una protesta contra el nazismo, contra la guerra, contra la explotación de los hombres. Brecht quiere que el lector o espectador reflexione sobre la realidad y la examine críticamente, y no acepta que en las tribunas se hable de ideas fundamentales cuando al lado hay alguien que no tiene nada que llevarse a la boca. Primero comida, luego moral. “Cuando todo el mundo tiene que partir la cabeza a su vecino para tener un pedacito de jamón sobre su pan, y para que tal vez le ceda lo que necesita para vivir, y cuando el hermano tiene que pelear con el hermano por lo más necesario, cómo no va a ahogarse en el pecho del hombre el sentido de lo más elevado” (Santa Juana de los mataderos). Pero no puede estar de acuerdo con los obreros que predican responder a la violencia con la violencia: “No puede ser bueno lo que se logra por la violencia. […] Las guerras son una catástrofe para los pueblos. Nada más. No significan gloria ni negocio. […] Cuánto más fácil y natural es hacer el bien, ser productivo. Cómo cuesta ser malo y destructivo […]” (Madre Coraje). Brecht fue consciente de los errores en la construcción del socialismo, y del horror del estalinismo. No era una tarea sencilla, y algunos habían hablado del pesimismo de su obra ante la difícil caracterización del futuro, del socialismo al que apuntaba la demoledora crítica al capitalismo de su teatro, la condena de esa sociedad burguesa en la que, como dice Peachum en La ópera de los dos centavos, “los que poseen la tierra pueden provocar la miseria, pero no verla”.

En Los Persas, la obra teatral más antigua que conservamos, Esquilo describió la derrota del poderoso ejército persa. Su rey fue vencido porque olvidó que sólo era un hombre. A día de hoy, en 2004, siguen existiendo regímenes dictatoriales en todo el mundo, guerras y luchas por el poder —independientemente de su objeto—, dictaduras del terror, afanes imperialistas, fascismos que no se representan únicamente como forma política, sino en actitudes, muchas veces cotidianas, ideas que parecen valer la vida de una persona. Todo acto de violencia contra otro es una guerra. “La paz es una lucha que se cumple en el terreno de la razón”, ya lo dijo Erasmo hace cinco siglos. Es “no tener miedo”, poetizaba Brecht… “Paz quiere decir que no a todos nos gusta el mismo juego,/ que tus juguetes también les gusta a esos otros niños/ que habitualmente no los tienen, porque tú posees demasiados;/ que los dibujos de otros niños no son garabatos,/ […] Paz es/ no tener hambre/ no tener frío/ no tener miedo.” (Del poema Los niños juegan).

Pero una de las frases brechtianas que me suelen conmover, porque hacen ver que el tópico, pero veraz, anagrama “escenario-necesario” permanecerá siempre es la que alude a la capacidad de rehacerse del ser humano, a su capacidad de lucha: “Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles.[1]

“Estimado público, —dice en El alma buena de Sezuanvamos, búscate tú mismo la conclusión. Porque la debe haber buena, buena por obligación.”


[1] Cita, por cierto, que fue tomada por Silvio Rodríguez como introducción en una de sus canciones (“Sueño con Serpientes”) y también por el cantautor mexicano Alejandro Filio en el cierre de “El Hombre”. Curiosamente está escrita en una placa a la entrada del departamento de ingeniería geográfica y técnicas de expresión gráfica de la E.T.S. de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Santander.

Acerca de Alexis Fernández

Me llamo Alexis, soy periodista y experta en comunicación cultural. Trabajo desde hace doce años en el ámbito de la comunicación de las artes escénicas y de la música, pero antes he ejercido como reportera a pie de calle y a mano siempre de un bolígrafo, como redactora de Cultura y Espectáculos y también como discreta crítico de teatro. Puedo decir, modestamente, que mi experiencia me avala, que algunas cosas ya las he visto y otras aún no alcanzo a ver. Pero, al igual que me conmueven las vistas desde una montaña y los tejados, me gusta sentir que estoy en la Summa Cavea de un teatro -el lugar destinado antiguamente a las mujeres y los niños, la parte de arriba-, mirarlo todo desde allí, sin prejuicios, contemplar un pedacito de mundo contenido en un escenario y disfrutar...
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2 respuestas a Muchas maneras de matar (I)

  1. Alexis, este artículo es una maravilla. Me ha parecido muy bueno y contundente, interesantísimo en el análisis del pensamiento de Brecht. Te felicito.
    Por cierto, que ahora enlazaré tu blog, que no he tenido tiempo hasta el momento. Un saludo muy cordial. Fuensanta

  2. Te descubrír por Jose María Urbano y estoy escantada. Este post es, Fantástico. Mi sincera enhorabuena.

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